La historia no es cíclica por lo tanto no se repite. Hay acontecimientos del pasado que han dejado una profunda huella y se proyectan al presente.
El 25 de enero de 1997, en una cava ubicada en el partido de General Madariaga, fue brutalmente asesinado el reportero gráfico José Luis Cabezas a manos de una banda vinculada al empresario postal Alfredo Yabrán. Tenía 35 años.
José Luis Cabezas cubría habitualmente las temporadas en Pinamar para la Revista Noticias. Ese balneario se había convertido en el lugar de veraneo de los políticos vinculados al menemismo en el que recalaban también algunos personajes del “jet set” vernáculo. La tragedia, el terrible asesinato se produjo en tiempos en que la estrella del presidente Menem comenzaba a apagarse.
La llegada de los años 90 del siglo pasado marca para la Argentina el fin de la etapa que se podría como catalogar “La transición democrática”. La memoria final hiperinflación, saqueos y adelantamiento de la entrega del gobierno opacaron durante mucho tiempo el rol que el Dr. Raúl Alfonsín tuvo en esa etapa, sobre todo como piloto de tormentas en una primavera democrática cuyas flores, muchas de ellas, estaban plagadas de espinas. Sólo baste recordar la lucha que Alfonsín tuvo con factores de poder tales como la corporación militar por su política de derechos humanos, Iglesia Católica por la realización del Congreso Pedagógico y la sanción de la Ley del Divorcio, la Sociedad Rural y el poder agrícola ganadero concentrado por las retenciones y el grupo Clarín, entre otros.
Además, pese a la toma de conciencia que la sociedad experimentaba sobre las
atrocidades del terrorismo de estado, el genocidio que se perpetró desde ese mismo estado y la situación de los 30.000 desaparecidos y los nietos apropiados el fantasma de un nuevo golpe de estado no estaba alejado. Era lógico, la Argentina en el período que va desde 1930 a 1976 había sufrido 6 intervenciones cívico-militares que interrumpieron el desarrollo institucional y la posibilidad de la consolidación de la Democracia.Cuando en 1989 llega al gobierno nacional el caudillo riojano Carlos Saúl Menem no solo termina la transición democrática, no solo se termina la saludable convivencia de una sociedad volcada desde el centro hacia una centroizquierda sino el primer corrimiento hacia la derecha.
Además, Menem fue disruptivo porque luego de hacerse de la candidatura presidencial en una interna en la que desplegó todas las variantes de una campaña electoral a la vieja usanza, pasó, una vez consagrado candidato del PJ, a una imagen de mesías cuasi pastor electrónico. Comenzaba la transformación que lleva a ese primer mandatario enancado en la tradición del peronismo a implementar un programa de neto corte neo liberal. El pintoresco riojano implementaba en democracia lo que Martínez de Hoz y los Chicagos Boys argentinos no culminaron en dictadura.
El capitalismo de rapiña de la década de 1990 tenía vía libre por aquello del Fin de la Historia y la implosión de los regímenes socialistas en Europa del Este y la propia URSS.
El menemismo basó su política económica en una ola de privatizaciones y desregulación que era la receta que repetían los sectores más concentrados de la economía y voceros mediáticos como Bernardo Neustadt y Mariano Grondona.
Esa política implementada no exenta de violencia fue de la mano de una escandalosa corrupción. Como solían titular los periódicos de la época la Argentina vendía las joyas de la abuela para que las cuentas fiscales cerrarán. La exclusión social, desocupación, una nueva ola de desindustrialización y el vaciamiento del Estado están en el balance final.
Hay algo que pocas veces se saca a la luz. Los neoliberales argentinos enfatizan la desregulación de la economía, los padres del liberalismo no lo descartan. Hablan de regulaciones “buenas”. Esas buenas regulaciones son las que en definitiva generan oligopolios y monopolios y, por supuesto, grupos económicos favorecidos. Uno de ellos fue el grupo que encabeza el empresario entrerriano Alfredo Yabrán.
“El Cartero” Yabrán desde su empresa de correo privado logró amasar una fortuna difícil de calcular. Sus empresas iban desde los agronegocios hasta los taxis aéreos. Fueron comprobados sus vínculos con el propio presidente de la nación. Yabrán era parte del entramado de la corrupción menemista.
Nadie había visto a Yabrán, no había fotos que circularan solo había tomado visibilidad cuando en medio de una interpelación en el Congreso de la Nación el entonces ministro de economía y padre del Plan de Convertibilidad, Felipe Domingo Cavallo lo mencionó en medio de la acusación de un entramado mafioso. Cavallo fue ministro entre 1991 y 1996 dejando consecuencias terribles para la economía y el tejido social de la Argentina.
En el verano de 1996, José Luis Cabezas consigue tomar una foto de Yabrán caminando junto a su esposa por las arenas de la capital veraniega de los tiempos de “pizza y champagne”. El 5 de marzo de ese es tapa de la Revista Noticias en el marco de una nota titulada “Yabrán ataca de nuevo” investigación escrita por Gabriel Michi que revelaba los negocios del empresario.
La muerte de José Luis marcó un punto de inflexión para la historia del periodismo argentino. También, sin dudas, influyó en el desarrollo político del segundo gobierno del reelecto presidente Menem que venía en baja. Las elecciones de medio termino que se desarrollaron en octubre de 1997 preanunciaron el triunfo de la Alianza (UCR-FREPASO) en 1999.
Otra vez la intolerancia, el manto de sospecha de impunidad, los vínculos de un empresario con miembros de la policía bonaerense generaron un clima de reclamo que abroqueló al periodismo argentino, a sectores políticos opositores y a organismo de DDHH.
El lema “No se olviden de Cabezas” fue un leit motiv de militancia social amplio que atravesaba horizontal y verticalmente a la sociedad.
Hubo juicio, hubo condenados, hubo por momentos sensación de impunidad. Yabrán le dijo a su jefe de seguridad, Gregorio Ríos, que quería tener un verano tranquilo, sin periodistas ni fotógrafos molestos. Se supo que Ríos contrató a Prellezo para sacarse de encima al equipo periodístico de Noticias.
El 13 de noviembre de 2003, la Sala I de la Cámara de Casación bonaerense decidió recategorizar la figura del delito por el que se condenó a los asesinos de Cabezas y pasaron de “sustracción de persona agravada por la muerte de la víctima, en concurso ideal con homicidio simple con dolo eventual” a “privación ilegal con violencia en concurso real con homicidio”. En los dos casos se hablaba de un secuestro y un asesinato. Pero estos cambios de palabras redujeron las condenas de los imputados a entre 18 y 27 años de cárcel, algo muy diferente a una cadena perpetua.
La lucha continúa no solo bajo el lema “No se olviden de Cabezas” si no también por la constante lucha de la Familia Cabezas y su abogado el Dr. Alejandro Vecchi en la búsqueda de la justicia y el encuadramiento de la evidente responsabilidad del hoy fallecido Alfredo Yabrán.
El fin del siglo XX trajo otro reordenamiento político para el mundo y para la Argentina. La segunda década del siglo XXI evidencia un fuerte avance de la ultraderecha en el mundo. La ultraderecha intenta generar odio, de marcar estereotipos negativos, lo que es grave porque así han comenzado los genocidios históricos.
La ultraderecha gobernante en diferentes partes del mundo no ha escatimado en descalificar a la prensa en sus diferentes manifestaciones.
El presidente argentino es una muestra palpable de descalificación hacía las mujeres y hombres de prensa con epítetos que van desde “ensobrados”, “tibios socialdemócratas” o “zurdos de mierda”, entre tantas diatribas. Ha atacado a reconocidos periodistas de medios hegemónicos como Marcelo Longobardi, que, por estas horas, asegura que su corrimiento de Radio Rivadavia obedece a presiones de Karina Milei, “La Jefa”.
También, el “chicanero serial”, Manuel Adorni, que comunica poco, pero ataca mucho a sus propios colegas.
A 28 años de la muerte de José Luis Cabezas, estas actitudes provocadas por las máximas autoridades de la Nación no contribuyen al pluralismo y la posibilidad de escuchar diferentes opiniones. El modo de atacar desde la rabia y el maniqueísmo paraliza. (25-01-25).
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