domingo, 3 de marzo de 2019

Vecina de Calvo: "Los dos accesos quedaron como bombardeados, con pozos tremendos. Hoy estamos casi incomunicados”.


Todo empezó con la lluvia. Los 200 milímetros que cayeron en la zona de Coronel Dorrego y Monte Hermoso entre la noche del 24 y la madrugada del 25 de enero tomaron casi por asalto campos, caminos de tierra, calles asfaltadas y hasta una ruta. Pero pasada la tormenta, no llegó justamente la calma; todo lo contrario. El sol del día después iluminó una nunca vista e interminable caravana de autos, camionetas, camiones y colectivos de todos los colores, seguida por una inmensa polvareda. Producto de la emergencia, el camino rural/calle que atraviesa Calvo y que
normalmente usan unos pocos, se terminó convirtiendo en una especie de bypass para todo el tráfico que no podía circular por la ruta 3 desde Coronel Dorrego hacia Bahía Blanca, en plena temporada estival. La estación, la escuela, el pueblo están allí hace más de 110 años, pero muchos se enteraron recién hace algunas semanas que existían. Unos 4 kilómetros después de bajar a la tierra, en medio de una polvareda y viajando en forma paralela a las vías, se encontraban con algunas construcciones tapadas de tierra y -a lo lejos- una vieja estación del ferrocarril Roca. Durante un mes, de los 20 vehículos diarios que normalmente pasan por el lugar, o del centenar que se cuenta en época de cosecha, llegaron a circular entre 1.200 y 1.400; y algunos dicen que más. El camino se había hecho a nuevo en 2017, pero ahora habrá que reconstruirlo, ya que quedó muy deteriorado, con las piedras de base expuestas, casi intransitable. La gente prácticamente no puede salir de allí. Calvo supo ver su mejor momento a mediados del siglo pasado, pero con el correr de los años el éxodo rural fue haciendo mella en su vida diaria; la desaparición del tren le dio el golpe casi definitivo. En la actualidad, tomando en cuenta un radio de entre uno y cuatro kilómetros del casco urbano, quedan unas 20 personas que podrían considerarse la “población estable” del paraje. La Escuela Nº 10 Comandante Luis Piedrabuena tiene dos alumnos, cuando llegó a tener 60. El centro de la vida social es el club Deportivo y Recreativo, donde se hacen cenas mensuales, se organizan encuentros de payadores y se festejan las fechas patrias. La mayoría de las casas que se ven sobre la calle vecinal está habitada. Los vecinos bromean diciendo que Calvo es un pueblo de primera, porque para cuando se pone segunda, el pueblo ya se terminó. Sin embargo, este aluvión vehicular, este redescubrimiento de la población, estos 30 días de fama, no parecen haber sido nada positivos para el paraje. De la tranquilidad diaria se pasó a un constante ir y venir de vehículos apurados. La tierra y el polvillo inundaban todo: no se podían abrir las ventanas; un vecino con quinta regaba a toda hora el frente de su casa porque el polvo en suspensión le hacía perder parte de la producción de su huerta; los animales y los chicos, normalmente dueños de la soledad de la calle, debieron quedarse preventivamente encerrados para evitar accidentes. “No se podía ni respirar con todo el polvillo que se levantaba –cuenta a La Nueva. Marcela Navarrete de Morel, una de las vecinas del paraje-. Para nosotros, todo esto fue fatal: los dos accesos quedaron como bombardeados, con pozos tremendos. Hoy estamos casi incomunicados”. En el futuro casi inmediato, el nuevo alteo que se realizará en el sector inundado de la ruta 3 parece que atentará nuevamente con la tranquilidad de Calvo. Algunos piden que se modifiquen los desvíos y que parte del tránsito pase por el paraje La Soberana, al otro lado de la carretera, para disminuir el flujo vehicular sobre el paraje. “Estábamos acostumbrados a que no anduviera nadie, y de repente empezaron a pasar cientos de autos por día, a 2 metros de las ventanas de las casas -lamenta Juan Alvarez, otro vecino-. Por si fuera poco, el camino quedó hecho un desastre”. Hace poco más de un mes, la lluvia, otras veces esperada y bendita por el campo, terminó trayendo más problemas que soluciones. Hoy, muchos vecinos miran el cielo de reojo durante las tormentas, temerosos de que el alteo provisorio de la ruta 3 ceda y comience todo de nuevo. Al final, pareciera que los 30 días de fama de Calvo terminaron costándole muy caro. Para algunos, la respuesta es simple. “Creo que nos hubiera convenido seguir en el anonimato”. (*) NOTA ESCRITA POR EL PERIODISTA HERNÁN GUERCIO EN EL DIARIO LA NUEVA.

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