NOTA DE PABLO IBAÑEZ EN CENITAL
– Los Judas y los Poncio Pilatos en el peronismo no van más… Lo digo con dolor, pero la política es así.
Cristina Kirchner no necesitó explicitar que las referencias bíblicas a la interna peronista tenían como destinatario a Axel Kicillof, a quien -con distancia y frialdad- llama lacónicamente “el gobernador”. El modo remite al tono hierático con que la expresidenta se refería a Alberto Fernández. La mención al dolor y a la política parecen expresar una transición, un cambio en el vínculo: una ruptura de orden personal.
Veinte horas antes, desde su casa en Constitución, Cristina siguió el minuto a minuto del discurso de Kicillof por el 17 de octubre en Berisso. De antemano, tenía bajas expectativas de que el gobernador haga lo que ella quería que hiciera: abandonar la zona gris en la disputa por el PJ, donde ella asume como una traición que el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, quiera presidir el partido. En el mundo K, especialmente en La Cámpora, se afirmaba que al riojano lo debía bajar Kicillof.
“El gobernador dice que no tiene nada que ver con la candidatura de Quintela, pero sus ministros juntan avales para Quintela”, dijo Cristina en la cumbre del viernes en el gremio SMATA. “¿Se imaginan que en 2005 ministros de Néstor hubiesen trabajado para la candidatura de Chiche?”, se remontó hasta la madre de todas las batallas en la que Kirchner resolvió la jefatura peronista al derrotar a Eduardo Duhalde y derivó en una enfrentamiento entre la entonces primera dama y su antítesis duhaldista, Hilda González de Duhalde, por una banca en el Senado.
El recuerdo parece una gambeta del inconsciente: Cristina adivina en quien fue su hijo pródigo una rebeldía que explica la furia de todo el ecosistema que la rodea contra el gobernador. El sábado Kicillof desafió, como nunca, a su jefa. “La lógica del sometido o el traidor es una lógica que entró en crisis y que viene causando malos resultados”, escribió el gobernador en X y reclamó que los “enojos, diferencias y desacuerdos” no pueden ser descalificados como “signos de traición”.
Cuestiona, además, el destrato a los pocos gobernadores del peronismo que quedan en pie y que, a diferencia de otros, enfrentan a Javier Milei, en referencia a su caso y al de Quintela. “El respeto a los gobernadores que pudimos revalidar –tipeó– es una pieza indispensable, de lo contrario ¿qué tipo de unidad podría darse en el PJ?”. Kicillof mantuvo, hace una semana, un Zoom con los demás mandatarios del peronismo, que le dijeron que defenderían su postura.
El tema del héroe y el traidor
El reproche repetido en el entorno de CFK es que Kicillof se desentiende de los que actúan en su nombre. Andrés ‘Cuervo’ Larroque, ex jefe operativo de La Cámpora y ahora ministro y armador de Kicillof, y Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda y presidente fundador del Instituto Patria, son los casos emblema. “Yo no los conduzco”, se desmarca el gobernador ante los pedidos de que los encarrile. Por ese comportamiento, Cristina lo vincula con Poncio Pilato. ¿Ya entró en la categoría de Judas?
“Ni traidores ni tibios”, traduce una fuente ultra K que asegura que el gobernador perdió la oportunidad, en el acto del jueves, de hacer un gesto público hacia Cristina. En el mundo CFK castigan al gobernador por sus indefiniciones. Lo imputan de “marear la perdiz”, es decir, mostrarse elusivo sin dar definiciones de fondo. Casi como un ultimátum, el jueves a la mañana, varios portavoces K hablaron del “doloroso silencio de Axel” sobre la candidatura de Cristina a presidir el peronismo. Era, quizá, lo único que le pedían que dijera. Dijo varias cosas, pero no dijo eso.
Kicillof se hizo cargo de la imputación y ejecutó una acción inesperada: resistió. En un relato quirúrgico llamado Tema del traidor y del héroe, Jorge Luis Borges refiere la historia de un héroe que fue, en verdad, un traidor que, descubierto, firmó su propia sentencia de muerte pero su traición se mantuvo en secreto para no perjudicar la causa. Con dinámica inversa, Kicillof parece asumir la condición de traidor para, secretamente, convertirse en héroe.
Decidió no alinearse ciegamente detrás de CFK para no aparecer sometido. Trata de escapar de un fantasma que lo sobrevuela: el riesgo de albertización. Si tuvo arrebatos de autonomía, la reacción de Cristina le hizo saber que en su galaxia no existen los matices. Kicillof está en zona de peligro: de candidato inevitable corre el riesgo de convertirse en un gobernador pato rengo cuando faltan tres años para terminar su mandato.
Lo que queda por delante luce temerario. Máximo Kirchner controla gran parte de los bloques de Unión por la Patria en la legislatura bonarense y parte del gabinete del gobernador reporta a Cristina. Es imposible no mirar ese trámite como una remake del conflicto que dinamitó al Frente de Todos (FdT), con funcionarios K que no solo desconocían sino que desafiaban y cuestionaban en público a Alberto Fernández. En términos de familia política, un tenue intento de matricidio puede derivar en el filicidio de un Kicillof que emergía como una figura de recambio.
La expectativa de renovación que expresa el gobernador figura en una encuesta entre afiliados peronistas que hizo la consultora PROSUMIA, de Gaston Douek, un jugador que se dedica a varias disciplinas. Socio de Guillermo Seita, que tiene vínculo preferencial con Ricardo Lorenzetti, Douek colaboró con las precampañas de Facundo Manes y Wado De Pedro, y en estos días se le atribuyó haber utilizado una base de datos del Gobierno de Santa Fe para lanzar una campaña de desgaste en redes contra Horacio Rosatti, enemigo declarado de Lorenzetti.
“Que a Quintela lo baje el que le dio el OK para que salga a caminar”, dicen en La Plata. El riojano habló hace tiempo con Cristina y tuvo, hace un mes, un mano a mano con Máximo Kirchner. “El pibe me preguntó qué les correspondía a ellos. Yo les dije que hay lugar para todos”, recogió el gobernador de ese encuentro y esperó, en vano, dos reuniones con Cristina en septiembre antes de que se lance el operativo clamor, que lo tomó por sorpresa. Pero, sobre todo, le molestó. “Néstor no hubiera hecho eso”, masculla.
La interna peronista visibilizó algo más. Quizá, al final, la foto será otra. Pero, en el mientras tanto, si Cristina quiso ir al PJ para ampliarlo, hizo lo contrario: el silencio de los gobernadores, la toma de posición –en contra– de la CGT y la escasa fascinación fuera de los márgenes del peronismo K reflejan que no solo no amplió sino que, en el proceso, se fracturó un pedazo de su propia matriz. Un operador peronista dijo que se trata de Unidad Ciudadana light. Hay una certeza: la relación entre CFK y Axel ya no volverá a ser igual.
Es probable que no esté ni en los planes ni en la personalidad de Kicillof, pero este conflicto deja algo en claro que la fantasía de ser el candidato K con juego propio parece terminada. Como demuestra la historia, no son posibles las jefaturas paralelas: Cristina no se jubiló y la conducción se disputa, no se negocia. En los últimos 20 años hubo tres episodios. 1) Kirchner llegó con el soporte de Duhalde, se empoderó, lo enfrentó y lo venció. 2) Alberto llegó por el dedo de Cristina, no se empoderó, no la enfrentó y perdió. 3) Horacio Rodríguez Larreta desafió a Mauricio Macri y perdió. Dos llegaron a presidente: a uno le fue bien y a otro mal. El tercero quedó en el camino.
El club de la pureza
La categoría de Judas que mencionó Cristina apunta, antes que a Kicillof, a gobernadores como Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Raúl Jalil (Catamarca), y a senadores como el entrerriano Edgardo Kueider y el correntino Carlos ‘Camau’ Espínola, que entraron por UxP o por el FdT y se autonomizaron para terminar, muchos, ahora aliados a La Libertad Avanza (LLA). Cristina cree que es necesario un esquema de pureza para que entre los legisladores electos en 2025 no haya defecciones ni fugas.
“Como jefa del PJ va a tratar de intervenir en las listas de todas las provincias. Si maneja el consejo hasta puede intervenir algún PJ provincial que se haga el rebelde”, proyecta un dirigente bonaerense. La disputa con Kicillof, en la que Máximo Kirchner quedó como el problemático y es el imán de las críticas, parece resolver otros asuntos: en marzo de 2025 se deben elegir autoridades del PJ bonaerense, ahora a cargo de Kirchner Jr., y dos meses después se anotan las listas legislativas.
En el PJ insisten con que, aun con dos listas en la oferta, puede existir una medida del partido que suspenda las elecciones. En más de 70 años de historia, el peronismo nunca tuvo una elección nacional para elegir autoridades. A CFK, como se contó acá, nunca le interesó. A simple vista, se observa como una debilidad: un repliegue a una trinchera como un movimiento defensivo. Pero es táctico: Cristina está segura que el destino de Milei es de fracaso y que lo que vendrá será, necesariamente, una versión del peronismo. Y ella quiere ser quien reconfigure –si eso es posible– ese peronismo que, aun en tiempos de derrota, tiene más de 30 puntos nacionales y en la provincia de Buenos Aires, luego de lograr 45% en octubre pasado, se ubica por encima de los 38.
La misma pureza invocan, del otro lado del Mar Angosto, Karina Milei y Santiago Caputo, que piensan boletas llenas de leales el año próximo, lo que supone un problema para dos actores: Patricia Bullrich y Mauricio Macri. El jefe del PRO amaga, por eso, con la hipótesis de presentar listas PRO el año próximo y, aunque lo niega, a su lado no descartan que, si es necesario, se ponga él mismo enfrente de la tira como candidato a senador por Capital. Fernando De Andreis, entornista del primer anillo del expresidente, se convirtió en un vocero de la tensión con LLA.
Milei fantasea con candidatos influencers que, como él, estén dispuestos a romper todo y repliquen su verba alocada. Quiere voces que reproduzcan su discurso anti-casta para confrontar con un clima social que compró su relato del déficit cero pero entiende que eso se alcanzaría con un ajuste sobre la casta. Algo que, en la estadística y en percepción, pública no ocurrió. Pero Milei ensayó, esta semana, el argumento de que todo recorte tiene ese objetivo. De ahí su tuit sobre la reducción de partidas a las provincias que le valió el retruque del gobernador Gerardo Zamora.
En la mesa chica, la hermanísima y el gurú pistolero hacen la misma cuenta que CFK con el peronismo: si los votos son de Milei, ¿por qué le daría lugares a Macri o a Bullrich? Menos que menos, cederles cuotapartes a ambos. Lo que ocurre con los funcionarios ex PRO que se incorporan al Gobierno es un indicio de ese robo por goteo.
María Tettamanti, que viene de Camuzzi y formó parte de los equipos técnicos del PRO, llegó al cargo más por sus vínculos personales que por la relación que tuvo, y tiene, con Bullrich o con Macri. “En ese lugar, Mauricio quería a Iguacel”, recuerdan cerca de Macri y al lado de Bullrich. A la hora de ir a buscar funcionarios, el mileísmo se nutre de aquellos que ocuparon cargos con Juntos por el Cambio pero evita, adrede, la intermediación política con Macri. Así como ocurrió con Tettamanti, ocurre en puestos de segunda y tercera línea en Capital Humano.
Como entre Cristina y Kicillof, algo se rompió entre Macri y Milei. Existía un simulacro por el cual el presidente bienquería y bien trataba al jefe del PRO, pero eran Karina y Caputo Jr. los que lo atacaban. Macri sabe que esa puesta en escena es solo para ganar tiempo. El expresidente entiende, a la vez, que la convivencia política puede perdurar como un artificio un tiempo más, pero a la hora de anotar candidatos deberá resolverse. Macri cree que tiene poder para evitar fugas como la que se atribuye a Diego Santilli, fervoroso defensor de Milei, que cada tanto recibe mensajes elogiosos de Karina y Santiago Caputo. Las Fuerzas del Cielo operan contra Macri.
El jefe del PRO ejerce, sobre los suyos, un dominio mental –la leyenda urbana sugiere que puede haber factores fácticos, también– que parece inhibir, como ocurre con Kicillof ante Cristina, que se desmarquen de él. La dificultad es con el universo de votantes: si bien las encuestas señalan que el Milei perdió parte del apoyo de los que votaron a Bullrich, entre los adherentes al PRO y a LLA parece haber predisposición a un acuerdo, según un estudio reciente Isadi-Burdman.
El presidente, que casi no habla de política, pone la lógica electoral en un solo plano: está seguro de que la recuperación económica está en camino y eso le permitirá atravesar, con éxito, las elecciones de 2025. Puede, incluso, prescindir de un acuerdo con Macri y los 6/7 puntos que le aporta el PRO. Es una apuesta riesgosísima: según los estudios que lee en Olivos, con la foto de hoy, la alianza entre el PRO y LLA es determinante en dos aspectos: sin Macri, Milei perdería la provincia de Buenos Aires y puede, incluso, resignar una potencial victoria a nivel nacional.
El tema bonaerense tiene un lado B muy delicado: ¿qué impacto puede tener en los mercados una eventual victoria de Cristina Kirchner en 2025? El ecosistema financiero suele ser muy lineal y ese resultado puede desatar un tsunami a pesar de que la estadística es muy clara: al menos desde 2009, todos los que ganaron la elección intermedia en PBA, la chocaron dos años después. Francisco De Narváez en aquel año, Sergio Massa en 2013, el macrismo en 2017, JxC en 2021.
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