Mi amigo y coterapeuta invible
Ante la necesidad de establecer contacto y cruzar experiencias de vida, como cierre del año, con los inevitables balances, les propongo a mis pacientes la idea de escribirse cartas entre sí, resguardando la identidad de cada uno como pilar de la ética profesional. Esto surge ante la marcada soledad que se oculta bajo el estigma de un diagnóstico. El psicólogo, el loco y el psiquiatra ocultan lo más degradado de la sociedad. Dichos rótulos o estereotipos se refieren comúnmente a la eventual peligrosidad, debilidad e inutilidad de los sujetos que padecen trastornos mentales.
Muchas veces se sufre en silencio, incluso durante años por la exigencia que el mundo globalizado nos exige en cuanto a productividad. Debemos estar siempre en línea, felices y empáticos, ocultando lo más que se pueda el malestar porque aquello contamina.
Lo anterior lleva a que cualquier cuadro se agrave en el intento de sobrellevarlo entre las cuatro paredes del hogar, desgastando vínculos y relaciones. La creencia arraigada de que el tiempo va a hacernos mejorar, o bien que solos podemos resolverlo solo opera como factor de mantenimiento y agrava el sufrimiento. “Los procesos de estigmatización emergen desde la discrepancia entre una identidad social virtual (las características que debe tener una persona según las normas culturales) y una identidad social actual (los atributos que efectivamente presenta la persona).” El estigma internalizado se ha relacionado con creencias de desvalorización y discriminación, disminución de la calidad de vida, la autoestima, la autoeficacia y el agravamiento de los síntomas.
Resulta que en el intercambio de experiencias cada paciente se nutre del proceso del otro, encontrándose menos solo en el dolor, adquiriendo herramientas y aportando ideas de aprendizajes realizados en el camino. Tal es así que se recomiendan libros, canciones y videos que a ellos los ayudaron. Mi rol es la de mediadora en los procesos de crecimiento y descubrimiento de sí mismos, pero en ese camino que a veces suele ser dificultoso se van allanando entre si, unos a otros, a la par. Se sienten parte de otro al que ni siquiera conocen, pero el saberse colaborador en su bienestar resulta una experiencia positiva en sí.
Se observa también que el hombre, desde la exigencia social de no mostrarse débil se volvió capaz de iniciar terapia y enfrentarse a los desafíos que esta sociedad nos impone. El reto es transformarse o seguir en automático.
Los jóvenes y niños sorprenden con sus ideas espontáneas e inocentes de resolución de conflictos. Plantean ideas para ser parte o hacer nuevos amigos, realizan cuentos con dibujos y le escriben cartas al miedo. Nos enseñan que a veces en lo simple habitan grandes respuestas.
En síntesis, podríamos decir que extender redes entre sujetos que atraviesan momentos dolorosos y los superan puede ser de gran importancia en un patrón que se repite para frenar el aislamiento del que sufre. Entre más aislamiento emerge la posibilidad de ser solidarios con otros, y sentirnos útiles. Colaboramos en el crecimiento propio y ajeno, incluso de desconocidos resaltando lo comunitario como pilar, volviéndonos agentes activos y participes de algo que nos excede y atraviesa.
En los momentos de crisis solo la imaginación es más importante que el conocimiento… (18-12-21).
Georgina Dell Arciprete es Profesora y licenciada en psicología (Mt. 1997). Tiene título de posgrado en psicoterapia cognitiva. Brinda atención psicológica en Dorrego y Bahía Blanca.
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